viernes, 8 de noviembre de 2013

Solo un 54% de los españoles cumple con las recomendaciones de la pirámide alimenticia

El acceso a un abanico más amplio de alimentos no garantiza una dieta más equilibrada, como lo demuestra el hecho de que solo un 54% de los españoles cumpla con las recomendaciones clásicas de la pirámide alimenticia, lo que favorece un aumento progresivo de la obesidad. Lo ha asegurado así el catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo y presidente de la Fundación Española de Nutrición (FEN), Gregorio Varela, durante una jornada organizada por la Red Española de Ciudades Saludables de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) celebrada en el Ministerio de Sanidad, en la que ha reconocido que "se puede considerar un fracaso para los nutricionistas".
"La mayor disponibilidad no parece que ayude a una mejora de la dieta, ya que puede ser bueno si se elige bien, pero menos bueno cuando no se lleva una correcta selección de alimentos", según este catedrático, que ha criticado que actualmente haya cerca de 30.000 productos a nuestra disposición cuando "nuestras abuelas apenas manejaban unos 100 alimentos". Esto, según Varela, ha modificado "inconscientemente" nuestros hábitos alimenticios, como muestra el hecho de que en España haya disminuido el consumo de verduras y frutas (unos 320 y 300 gramos de media al día, respectivamente) y, en cambio, se registre un incremento considerable en el grupo de carnes y derivados (unos 180 gramos al día).
Además, estudios recientes han evidenciado un incremento del consumo de bebidas no alcohólicas y un descenso de alimentos básicos como los cereales o las legumbres. De hecho, un alimento básico como el pan, del que hace unos 50 años se consumían una media de 360 gramos diarios, ha reducido su consumo a casi un tercio (134 gramos diarios), mientras que el consumo de aceite, alimento clave en la dieta mediterránea, se ha reducido a la mitad.
"Necesitamos un SOS", según Varela, que lamenta que la Europa mediterránea contara con un modelo alimenticio "muy variado" gracias a la dieta mediterránea, del que ahora "nos hemos alejado pese a que otros nos copian". Todo ello, avanza Varela, se refleja en un "alarmante" aumento de sobrepeso y obesidad también en población infantil. De hecho, los datos del estudio Thao publicados hace un año revelaron que hasta el 23,5% de los niños de tres a cinco años tiene sobrepeso y obesidad, y un 7,3% puede considerarse obeso.
Ante estos datos, la secretaria general de Sanidad, Pilar Farjas, ha animado a los ayuntamientos y el resto de corporaciones locales a que apuesten por "urbanismos saludables" e informen a sus ciudadanos de las ventajas de practicar ejercicio físico y llevar una alimentación saludable. "Lo que elegimos para comer, el momento y cómo lo elegimos supone un estímulo hacia una alimentación más equilibrada", ha asegurado la número dos del departamento que dirige Ana Mato.

martes, 8 de octubre de 2013

Polgri en la Feria Anuga en Colonia, Alemania.

Anuga en Colonia, Alemania, es la mayor feria de alimentos y bebidas del mundo y cubre, con sus 10 ferias especializadas,  todos los segmentos de mercado del sector.
Anuga presenta las innovaciones más importantes, así como las tendencias actuales y futuras del mundo y es un punto de encuentro para todos los encargados de adoptar decisiones de la industria alimentaria.
Anuga también ofrece un amplio programa de exposiciones especiales, congresos, seminarios y eventos de la industria.

jueves, 29 de agosto de 2013

Desarrollan una clara de huevo que puede volver a montarse

Un equipo de investigadores del Instituto de Investigación en Ciencias de Alimentación (CSIC y Universidad Autónoma de Madrid) han patentado un derivado de la clara de huevo que tiene multitud de propiedades culinarias: es más manejable, puede volver a montarse pasado un tiempo y crea espumas ligeras y suaves. El nuevo producto tendrá numerosas aplicaciones en la alta cocina.

El derivado se obtiene después de tratar la clara de huevo pasteurizada con una enzima que rompe las proteínas en fragmentos de pequeño tamaño en un proceso denominado hidrólisis. Al tener su origen en la clara de huevo, se compone exclusivamente de proteínas y no tiene grasas ni azúcares. "Se trata de producto muy atractivo para cocina dulce y salada por todas las propiedades que tiene. En repostería y pastelería se puede emplear para la elaboración de bizcochos, cremas y merengues más ligeros", ha explicado el cocinero Mario Sandoval, quien ha colaborado con la investigación.

Además, las espumas que se obtienen son estables durante más tiempo, una propiedad de gran utilidad en alta cocina. "La espuma que es posible obtener con este producto puede volver a montarse transcurrido un tiempo, una capacidad que no tiene la clara de huevo que todos conocemos. Su sabor neutro y su color blanco permiten mezclarlo con diferentes ingredientes, como purés, pulpas o saborizantes, para obtener nuevas texturas y sabores", ha explicado Marta Miguel Castro, una de las investigadoras.

Por otro lado, al mezclar esta clara de huevo con aceite de oliva se produce una reacción efervescente similar a la espuma de mar. "Esta propiedad también la tiene la espuma producida a partir de la clara de huevo original, pero en un grado mucho menor", ha destacado Sandoval. "Esta vía de trabajo puede resultar interesante para la elaboración de algún plato en el que el propio cliente pueda participar de forma activa, siendo él mismo quien produzca dicha reacción".

martes, 18 de junio de 2013

La reducción del 1% en la ingesta de grasas saturadas disminuye un 3% el riesgo de enfermedades cardiovasculares

El consumo de grasas saturadas en España casi duplica los niveles recomendados

La disminución del 1% de las grasas saturadas presentes en la dieta conlleva un descenso del 3% de las probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares. Así lo ha explicado el presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), Javier Aranceta, en el marco del I Taller sobre Alimentación y Salud. Aranceta ha recordado que algunas investigaciones recientes muestran que el consumo de grasas saturadas en España casi duplica los niveles máximos recomendados.

Según los datos recogidos en el estudio J. Valdes 2009, el 80% de la población española consume cada día una cantidad de grasas saturadas mayor de la recomendada. Esta ingesta alcanza el 12%, mientras que la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recomienda mantener su consumo por debajo del 7%.

Expertos en nutrición recuerdan que el consumo total de grasas debería ajustarse hasta situarse por debajo del 35%. De ellas, las grasas trans deberían de representar menos del 1% y las saturadas no deberían rebasar el límite del 7%. "La mayoría de las grasas trans que consumimos no proceden de la naturaleza de ahí que al organismo le cueste metabolizarlas. Por eso es importante evitarlas", explica Aranceta.
Algunos nutricionistas, como Joy Ngo, recomiendan que la mitad de los alimentos que se ingieran sean de origen vegetal y sugieren controlar el tamaño de las raciones. Además, aconsejan fraccionar las comidas e ingerir algún alimento a media mañana y para merendar. "Se pueden tomar galletas bajas en grasas saturadas complementándolas con una fruta o un yogur", explica el presidente de la SENC. "Así estamos aportando los hidratos de carbono necesarios para el organismo y otros nutrientes de interés, como las vitaminas, minerales y proteínas", señala el experto.

martes, 7 de mayo de 2013

Supermercados Solidarios para paliar la crisis

Una de las principales patronales de empresas distribuidoras y entidades sociales, como Banco de Alimentos, Cáritas y Cruz Roja, han presentado la tarde del lunes el proyecto Supermercados Solidarios. Una iniciativa que pretende "garantizar y mejorar" el nivel de donaciones estables de alimentos destinados a paliar la grave situación de pobreza de Cataluña, donde 235.000 familias reciben ayuda de estas entidades sociales. Solo en Barcelona, los beneficiarios del Banco de Alimentos se han triplicado desde el estallido de la crisis.
Con el acuerdo alcanzado, las empresas distribuidoras se comprometen a donar productos de forma continuada al Banco de Alimentos, que después reparte a 780 entidades sociales, para que estos los entreguen a los ciudadanos. "Ante una demanda creciente", ha explicado el representante de la Federación Catalana de Bancos de Alimentos, Antoni Sansalvadó, "nuestro objetivo es minimizar el desperdicio de alimentos". No en vano, en España se tiraron en 2012 más de ocho millones de toneladas de comida. Sansalvadó ha destacado que, gracias a la colaboración de más de 350 establecimientos, en los últimos doce meses han podido recoger más de 600.000 kilos de alimentos que se hubieran desperdiciado.
En el acto de presentación del proyecto han participado los consejeros de Empresa, Felip Puig; de Alimentación, Josep Maria Pelegrí, y de Bienestar Social, Neus Munté. Puig, ha hecho énfasis en la "grave" situación de pobreza que vive Cataluña, y ha alabado las dos cualidades que han "hecho posible este proyecto": solidaridad y emprendimiento. El consejero de Empresa no ha querido dejar la ocasión para lanzar un dardo al Gobierno central y ha achacado la situación económica de miles de familias al "déficit fiscal" que sufre Cataluña: "Este es un proyecto de país. Con autonomía fiscal y estructuras de estado propias, no tendríamos tantos problemas".
Munté, por su parte, no ha hecho reproche alguno al sistema fiscal del Estado y se ha centrado en este proyecto, que según ha dicho, "es un gran paso, pero no el último", delante del almacén donde el Banco de Alimentos de Barcelona guarda sus provisiones. Llenas las estanterías, una portavoz de la organización ha recalcado que todos los productos que allí entran salen el mismo día.

viernes, 19 de abril de 2013

La FAO promueve una campaña para evitar el desperdicio de alimentos

Cada año se pierden en todo el mundo 1.300 millones de toneladas de productos alimenticios.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y sus socios han solicitado a empresas y organizaciones que se unan a la iniciativa "Save Food", que tiene como objetivo reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos en todo el mundo, según informa la FAO. La campaña pretende reducir los aproximadamente 1.300 millones de toneladas de alimentos que se pierden o desperdician cada año.
Para ello, y junto con la Messe Düsseldorf GmbH -que organiza ferias comerciales- y la Interpack -una feria de envases y procesados- han invitado a nuevos socios del sector privado, así como organizaciones sin ánimo de lucro, a que participen en la cadena de suministro de alimentos. Han señalado que "las nuevas tecnologías, mejores prácticas, la coordinación y las inversiones en infraestructura, -desde la producción de alimentos hasta el consumo- son fundamentales para la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos".
La tercera parte de los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano se tira o se pierde, así como los recursos naturales utilizados para su producción, según la FAO. Las pérdidas mundiales de alimentos y desechos en los países industrializados ascienden a aproximadamente 680.000 millones de dólares y a 310.000 millones en los países en desarrollo.
"Con 900 millones de personas que sufren hambre en el mundo y un billón de dólares en juego, la acción conjunta en la reducción de las pérdidas y el desperdicio pueden mejorar los medios de subsistencia, la seguridad alimentaria y reducir al mínimo el impacto ambiental", explicó el director de Infraestructuras Rural y Agroindustrias, Gavin Wall. Por su parte, el jefe de equipo de Save Food, Robert van Otterdijk, señaló que "incluso si solo una cuarta parte de los alimentos que actualmente se pierden o se desperdician en todo el mundo puede recuperarse, sería suficiente para alimentar a 900 millones de personas hambrientas en el mundo".
A pesar de que las pérdidas de alimentos se producen en todas las etapas de la cadena de suministro de alimentos, las causas y su impacto en todo el mundo son diferentes. Las pérdidas de alimentos en los países en desarrollo afectan sobre todo a los pequeños agricultores, donde casi el 65% de las pérdidas ocurren en las etapas de producción, post-cosecha y procesamiento, mientras que en los países industrializados los residuos de alimentos a menudo se producen a nivel minorista y del consumidor debido a la mentalidad de "usar y tirar".

martes, 9 de abril de 2013

Los yogures ya no caducan a los 28 días

Los yogures ya no caducan a los 28 días de ser elaborados. El Gobierno ha derogado la norma que establecía que los lácteos fermentados debían tener un plazo límite de consumo. Desde ahora —la derogación se publicó en el BOE el 29 de marzo—, las empresas decidirán qué fecha de consumo preferente dan a estos productos, una data que se definirá en función de las características del alimento, su envase o cómo se conservará. Esta fecha solo marca cuándo el alimento pierde propiedades de olor o sabor aunque sigue siendo seguro para el consumidor. Sin embargo, la medida, anunciada ayer por el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, dentro de una estrategia más amplia para frenar el desperdicio alimentario, no satisface a la industria. Los fabricantes de yogures piden conservar la fecha de caducidad para sus productos, aunque proponen ampliarla de los 28 días tradicionales a 35.

Los fabricantes creen que se debería conservar la fecha de caducidad aunque apuestan por aumentarla a 35 días.

La medida que toca a los yogures trata de equiparar la regulación española a la del resto de países de la UE, donde solo se señala un plazo de consumo recomendado para estos lácteos. “Ya no habrá confusión para el ciudadano, que a partir de la fecha de consumo preferente deberá tomar su decisión”, dijo Cañete, que apuntó que el corsé marcado en 28 días para los yogures “originaba mucho desperdicio de un producto básico para la alimentación y de un grado muy alto de consumo”. El ministro hace unos meses aseguró que él mismo comía alimentos caducados sin ningún problema, sobre todo estos lácteos fermentados.
Los yogures eran uno de los pocos alimentos cuya fecha límite fijaba la ley. De momento, el Gobierno no se plantea reformar otras normas que definen o recomiendan plazos en los que los alimentos son aptos para el consumo (la fecha de caducidad marca el momento desde el que el alimento deja de ser seguro). Normalmente, solo la comida perecedera —pescado, carne, pastelería— está señalada con una data de expiración. Otros, como los embutidos, los quesos o las legumbres no caducan, aunque con el paso del tiempo pierden propiedades organolépticas; la concentración de azúcares y la baja actividad de agua que contienen los hace menos sensibles. Caso similar al del yogur, según los expertos, un producto lácteo en el que es difícil, si están bien conservados, que proliferen microbios y patógenos.
De ahí el cambio normativo. Una modificación a la que se opone la Federación Nacional de Industrias Lácteas (Fenil). Esta organización, que integra a la Asociación Española de Fabricantes de Yogur y Postres Lácteos Frescos —donde se agrupan todos los fabricantes que comercializan sus productos en España—, considera que las condiciones climáticas y de conservación de España hacen “más oportuno” mantener la fecha de caducidad, que apuestan por aumentar a 35 días, en lugar de un plazo de consumo preferente. “Creemos que la fecha de caducidad otorga más orientación al consumidor. Aunque la responsabilidad última es suya, los fabricantes consideran que en el mensaje que proporciona el plazo de caducidad es más firme”, dice Luis Calabozo, director general de Fenil. Las empresas no afirman que estos alimentos dejen de ser seguros pasado el plazo límite, aunque sí afirman que “aumentan las probabilidades de que se pueda sufrir algún problema en función de la conservación”. “Por eso, los fabricantes evalúan que lo mejor es la fecha de caducidad, prefieren dotarse de esa seguridad”, indica Calabozo.

España desperdicia siete millones de toneladas de alimentos perfectamente válidos al año.

La industria tiene esperanza aún de que sus reclamos se escuchen y de que la norma que moderniza la comercialización del yogur —que analiza ahora la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición— añada esa fecha de caducidad ampliada. Consideraciones aparte, Cañete precisó ayer que las empresas pueden empezar ya a etiquetar sus yogures con la nueva fecha.
Los consumidores recelan de la nueva medida. “Se nos pone cara de tontos al pensar que hemos estado tirando durante años yogures porque las autoridades imponían una fecha tras la cual su consumo no era seguro. ¿Ahora sí lo es?”, critica Rubén Sánchez, portavoz de Facua. “El sistema de fecha de caducidad ha beneficiado a la industria porque tras tirar estos productos el consumidor ha ido a comprar más”, añade. Facua duda, además, que pese a que este nuevo sistema teóricamente generará ahorro a las empresas eso repercuta en una bajada de precios para los consumidores. “Esta medida se vende como una fórmula contra el despilfarro, pero lo que el Gobierno debería hacer por encima de todo es sancionar a aquellos que tiren comida, a los que desperdicien”, dice Sánchez.
La de la revisión de las fechas de caducidad y consumo recomendado es solo una de las medidas que se integra dentro de la estrategia Más alimento, menos desperdicio con la que Agricultura busca frenar el despilfarro de comida. Los españoles arrojan cada año siete millones de toneladas de alimentos perfectamente válidos al contenedor, una cifra que el Gobierno pretende reducir a la mitad en 2020. Para ello reforzará el comercio de proximidad, redactará guías de buenas prácticas para consumidores y empresas, fomentará la aplicación de la tecnología a la conservación de los alimentos y se reforzarán los convenios con los bancos de alimentos para canalizar hacia allí los productos que aún son aptos para consumir.


lunes, 18 de febrero de 2013

La fiebre de la comida consciente

Los productos ecológicos y artesanales ganan terreno a la alimentación convencional Restaurantes, tiendas y pequeños productores replanean nuestro modelo de consumo



"Si cuidas tu aspecto y tu vestimenta, ¿por qué no cuidas también lo que comes?". Esta pregunta la lanza María Álvarez, organizadora de La Buena Vida, un mercado de productos ecológicos y artesanos que se celebra hoy y mañana por primera vez en el HUB Madrid, en la calle Gobernador. Tienen un objetivo doble: acercar estos alimentos a quienes no estén familiarizados con ellos y fomentar un "consumo consciente". "No se trata de ser ecologista, ni de comulgar con una determinada ideología, sino preguntarnos de dónde vienen los alimentos que comemos, buscar un género elaborado de una manera ambientalmente respetuosa y con un precio justo para el productor y el consumidor".

Aceite, fiambre ecológico, cervezas y vino artesano, frutas y verduras, harina y pan con denominación de origen, ahumados y escabeches artesanos, huevos o quesos son algunos de los productos que La Buena Vida acercará al consumidor.

Hay indicadores de que cada vez más personas se apuntan a producir y consumir alimentos ecológicos, aquellos producidos sin la utilización de sustancias químicas en todas sus fases de elaboración. Según datos del ministerio de Agricultura, en 2011 había más de 32 mil productores ecológicos, ocho mil más que en 2009. En 2011, el valor de la producción se situó en torno a los 813 millones de euros, un 25% más que en 2009.

Para los consumidores, las mayores ventajas son el sabor y la calidad. "Tengo clientes muy concienciados con el entorno, pero también compran personas que buscan un tomate que sepa a tomate, o leche como la que tomaban de niños", cuenta Pedro. Junto a su mujer, creó hace un año Es de Raíz, un blog en el que publicaban entrevistas con productores comprometidos con el medio ambiente. El blog dio paso a la tienda online, y en vista de la demanda, se animaron hace dos meses a abrir un local en el mercado de Santa María de la Cabeza. Pedro vende productos ecológicos de 35 marcas diferentes.

Mientras habla, entra una clienta buscando acelgas. "Me gustan mucho pero todas las que compraba me sabían a amoniaco. Un día probé las de aquí, y oye, nada que ver", explica esta consumidora, llamada Eva Fernández. "Fíjate qué bien saben que mi hija se acabó el plato, y eso que no le gustan las verduras".

En la frutería La Repera del mercado de San Fernando, Alfredo Martínez, cliente habitual, lleva una bolsa llena de kiwis, peras, manzanas, apio, puerros y judías. "Con la fruta, que la metes en el cuerpo directamente, hay que tener mucho cuidado".

El mercado de San Fernando cuenta con una panadería artesana y ecológica, La Pistola. Su propietaria, Sandra, elabora bollería, pan o empanadas, y vende todos los ingredientes necesarios para que uno se pueda hacer su propio pan casero, y todos naturales, como la harina molida en molino de piedra. La principal ventaja de su pan es que dura mucho más y no es más cara que otra panadería: "Las pistolas cuestan 60 céntimos, y lo más caro, una barra de un kilo de pan de centeno, tres euros".

Para muchos consumidores, el mayor problema de estos productos es su precio, a veces más elevado que el de los convencionales. "Los costes de distribución son más altos porque hablamos de pequeños productores, no van a tener tanto margen como quien produce a gran escala", explica Esther Alonso, dueña de La Repera. "Pero los precios se están democratizando porque cada vez hay más demanda, y cuesta menos traer estos alimentos al consumidor, poco a poco la gente se va concienciando de la importancia de una alimentación responsable".

para solucionar el asunto de los costes de distribución, se crearon los grupos de consumo, es decir, colectivos de personas con gustos similares que tratan directamente con el productor, sin intermediarios, y encargan los alimentos. La Cocinita de Chamberí, una tienda de productos ecológicos especializada en alimentación infantil, hace las veces de punto de recogida para uno de estos grupos. Su propietaria, Paloma Montón, trabaja con dos familias de agricultores que envían una vez a la semana los productos que los clientes piden. El género llega directamente de la huerta en cajas de cinco, siete y 10 kilos. Paloma también encarga carne y de leche, empezó pidiendo algunas semanas y ahora recibe 80 litros de leche fresca semanales.

Internet también está abriendo las puertas a quienes quieren comprar y no saben dónde. Isabel Ortiz fundó en 2010 Mumumío, una tienda online que sirve a toda España. "Es una buena solución para la gente que quiere consumir productos ecológicos y no tiene tanto tiempo o facilidades de encontrar gente con sus mismas inquietudes", comenta.

Otra manera de acercarse a los alimentos ecológicos es a través de los restaurantes que, poco a poco, van poblando Madrid. El Vergel, de los más famosos, lleva diez años dedicado a esta alimentación. A él le han seguido otros como Al Natural, donde cocinan con los alimentos que ellos mismos cultivan, o La Mojigata. Abierto hace un año, Fernando Camino y Natalia Cisneros, sus dueños, lo idearon como un restaurante con un horario convencional pero han tenido que dejarlo como tal solo los fines de semana.

El resto de tiempo lo dedican a lo que ellos llaman casering, es decir catering de productos artesanos. "Empezamos a prepararlos de manera ocasional y gracias al boca a boca nos han ido saliendo más clientes, no paramos de trabajar ni un segundo", explica su orgullosa creadora. Su secreto está en ofrecer productos hechos en casa. "Hacemos artesanalmente hasta la mantequilla, la mermelada y el pan". En la cocina de Natalia, la fruta es ecológica, igual que la leche, la harina, los cereales o las legumbres.

Concienciar a la población acerca de la producción sostenible es el objetivo de este mercado y de los restaurantes y comercios en torno a este modelo de alimentación. "Comer alimentos de temporada en vez de forzar a la tierra, saber que el producto que compras viene de un lugar donde los empleados están bajo condiciones de trabajo dignas... todo eso es la alimentación consciente", explica María. En La Repera, el argumento es idéntico. "La clave es informar, ya que hay mucho desconocimiento, pero poco a poco se va consiguiendo", completa Esther. En ese momento, recibe un mensaje en el teléfono móvil. Lo lee y sonríe: "Es mi madre, que dice que se ha ido a un pueblo con unas amigas y que van a comprar fruta ecológica. A esto me refería yo con lo de concienciar poco a poco".

martes, 29 de enero de 2013

Lo que esconde una hamburguesa

  • La mayoría de los preparados cárnicos contienen mezclas de diferentes especies
  • La OCU revela su baja calidad y descubre ADN de caballo en dos marcas en España

¿Quién sabe de lo que está hecha una hamburguesa? A juzgar por lo que encontraron en sus análisis las autoridades sanitarias irlandesas hace un par de semanas, que detectaron un alto porcentaje de ADN de caballo en varias marcas supuestamente de vacuno distribuidas en ese país y Reino Unido, a veces ni siquiera lo saben las propias cadenas de supermercados que las venden. O lo saben pero hacen como que no para echar balones fuera. En este caso, los balones apuntaron a Holanda y España como presuntos culpables de la adulteración, extremo al que en un primer momento dio crédito el ministro de Agricultura irlandés, que así lo anunció a la prensa, y que él mismo ha tenido que desmentir este fin de semana. Dublín señala ahora a Polonia como lugar de origen de la materia prima.
El aviso de la presencia de ADN de caballo en aquellas hamburguesas no iba acompañado de ninguna alerta sanitaria, puesto que la carne, al margen de su procedencia, cumplía con la legislación vigente y no constituía ningún peligro para la salud. Pero ello no evitó que se avivara en la opinión pública, una vez más, la eterna sospecha de que no todas las hamburguesas son lo que dicen ser. Aún más: la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) publica hoy un informe sobre 20 marcas de hamburguesas frescas envasadas comercializadas en supermercados españoles que no anima a superar esta desconfianza. Solo cinco de las marcas analizadas superan, con un aprobado raspado, el examen de calidad de la carne al que fueron sometidas.

De entrada, la OCU detecta el mismo problema que denunciaron las autoridades irlandesas: una falta de transparencia en el etiquetado. Según el estudio, seis de las 20 marcas de hamburguesas analizadas incumplen la obligación de indicar el porcentaje de carne utilizado en su elaboración, lo que además induce a error al consumidor que cree que está comprando un producto que es 100% carne cuando en realidad contiene otros muchos ingredientes: desde proteínas de carne hasta antioxidantes, colorantes o potenciadores del sabor. Estos últimos, apunta el informe, “son inocuos pero pueden enmascarar una baja calidad de la carne”.

El estudio afirma también que 16 de las 20 marcas examinadas llevan sulfitos, otro aditivo que inhibe el crecimiento de bacterias y mantiene el color original de la carne fresca, lo que de nuevo ayuda a disimular una posible merma de calidad de la materia prima. “Esto no tiene importancia cuando el nivel de sulfitos es bajo, pero si es demasiado alto puede ocasionar vómitos, dolores abdominales y, en personas con alergia, dolores de cabeza y náuseas. Y el hecho es que algunas de las hamburguesas analizadas llevan el 90% de la ingesta diaria admisible de sulfitos, lo que significa que la persona que se coma ese producto no debería tomar más en toda la jornada, ni siquiera añadirle mostaza o tomate”, precisa la OCU.

Las autoridades sanitarias aseguran que su consumo es seguro.

“Lo que básicamente se desprende de este estudio es que las distribuidoras están apretando tanto los precios, que llega un momento en que la calidad se resiente. No estamos hablando de un problema de seguridad alimentaria, como tampoco lo hubo al detectarse carne de caballo en Irlanda, pero sí de una merma de calidad que en algunos casos podría constituir un fraude de consumo. Está claro que nadie vende ternera a precio de zanahorias, y existen muchos aditivos para disimular ese posible deterioro de la calidad”, la portavoz de la organización, Ileana Izverniceanu.

El informe de la OCU también revela que dos de las marcas analizadas (Eroski y Alipende) contienen carne de caballo no especificada en la etiqueta. "Es un hecho que la mayoría de los preparados cárnicos contienen mezclas de carne de diferentes especies. De hecho, es muy raro que una hamburguesa de vacuno contenga únicamente vacuno. La normativa permite que se puedan etiquetar como tal las que tienen en torno a un 60% de esta carne, por lo que la mayoría tienen mezclas de otras especies, sobre todo cerdo. Y no solo por una cuestión de precio, sino también para hacerlas más sabrosas. Esto no constituye fraude si está debidamente señalado en la etiqueta. Incluso si las cantidades de otras especies son mínimas, ni siquiera es necesario declararlo”, explica Joaquín Fuentes-Pila, codirector del Máster en Gestión de la Calidad Alimentaria de la Universidad Politécnica de Madrid.

El análisis de las hamburguesas realizado por la OCU recuerda a otro estudio que esta misma organización redactó en 2011 sobre la calidad de la leche y que resultó controvertido por sus conclusiones: la leche que se consume ahora es, en general, más pobre que hace 10 años, a veces es sometida a tratamientos térmicos muy agresivos que degradan sus propiedades e incluso en ocasiones es demasiado vieja y, por tanto, con escasos nutrientes. La polémica llegó a tal punto que la Federación Nacional de Industrias Lácteas lo ha llevado a los tribunales, que de momento, en primera instancia, han rechazado la demanda. “Tampoco en aquel caso estábamos hablando de un problema sanitario y ni siquiera acusamos a ninguna marca de fraude de consumo, porque todas las que analizamos cumplían con la legislación vigente. Simplemente advertíamos, como ahora, de un problema de calidad”, recuerda Izverniceanu.

¿Tiene algo que ver la crisis con la merma de calidad de estos productos? “Es cierto que la coyuntura actual ha generado una presión tremenda sobre el precio. Las grandes distribuidoras quieren vender barato y presionan a los intermediarios, y los intermediarios, a su vez, presionan a los productores. Pero esto no se ha traducido en menor seguridad alimentaria, sino que se ha producido una adaptación de la industria a las nuevas circunstancias: menos productos de lujo y más alimentos baratos de primera necesidad”, asegura Fuentes-Pila.

Los productos se resienten de la creciente presión por bajar precios.

Los datos que maneja el Instituto Nacional de Consumo confirman esta opinión. “El grado de cumplimiento de la legislación es bastante alto. Lo normal es que encontremos pequeños problemas de etiquetado: errores en las indicaciones sobre el peso y omisiones de ingredientes. En todo caso, podría haberse producido un aumento de estas prácticas sobre todo en circuitos marginales, que se mueven fuera de los canales oficiales de comercialización y a veces escapan a los controles oficiales. Los gigantes del sector, las grandes marcas y las cadenas de distribución se juegan demasiado, en prestigio y dinero, para arriesgarse a ser señaladas en cualquier problema de seguridad o fraude alimentario”, afirma Carlos Arnaiz, subdirector general de Calidad del Instituto Nacional de Consumo.

La Federación Española de Alimentación y Bebidas (FIAB), no ha querido comentar el estudio sin conocer todos su detalles, pero un portavoz asegura que "los estándares de calidad españoles son altísimos".
La portavoz de la OCU coincide en que los controles son exhaustivos en los puntos de producción, pero no tanto en la distribución. “Los principales problemas los solemos detectar no en las primeras fases de producción de la cadena alimentaria, sino en los puntos de venta”, advierte Izverniceanu. Y como ejemplo expone de nuevo el informe de la leche: “No es que las vacas den peor leche que hace diez años, sino que el producto se degrada en el camino a la tienda. Por eso creemos necesario intensificar los análisis en los puntos de venta, una vez que ha terminado todo el proceso de tratamiento y distribución”, explica.
Más controles en las tiendas y más claridad sobre el origen de los alimentos en el etiquetado. Es la principal demanda de las asociaciones de consumidores a las autoridades alimentarias para reforzar la seguridad y prevenir los fraudes. Según otro estudio de la OCU, la mitad de los españoles estarían dispuestos a pagar un 5% más para conocer la procedencia de los productos. Por varias razones: “Por saber el recorrido que han hecho antes de llegar a la tienda, por apoyar a la agricultura o la pesca de una región concreta, por cuestiones éticas o porque esa información les ofrece más confianza en el producto”, precisa el informe.

A mayor número de intermediarios, más posibilidad de irregularidades.

Las hamburguesas y la leche son dos de los alimentos más vigilados por las autoridades, porque tradicionalmente han estado bajo sospecha. Pero también el aceite de oliva, el azafrán, las conservas o la miel. En general, según el Instituto Nacional de Consumo, los principales fraudes se registran en alimentos cuyo origen no es identificable a primera vista. “Entre ellos, los productos cárnicos procesados: embutidos, patés, piezas que contienen mezclas de especies no declaradas (pato que en realidad es pollo), o con trazas de otras y por supuesto, hamburguesas”, explica Arnaiz. “Los lácteos y las conservas de pescado son otros focos de fraude. Quesos puros de oveja que contienen leche de vaca, atún en lata que no es solo atún, etcétera”, añade.

Los gigantes del sector extreman el cuidado porque se juegan mucho

En 2009, un simple trabajo universitario sobre técnicas de análisis de ADN realizado por dos estudiantes de Nueva York, Brenda Tan y Matt Cost, reveló un alto nivel de fraude en las tiendas de Manhattan. De los 66 productos que analizaron, 11 no contenían lo que señalaban sus etiquetas: quesos con mezclas de especies no declaradas, un supuesto caviar de esturión que en realidad procedía de un pez del río Misisipi, un manjar llamado “tiburón seco” hecho con perca africana, o alimentos para perros que deberían contener venado, pero que en realidad tenían vaca.

Otro reciente informe de la OCU destapaba que nueve marcas de aceite de oliva están engañando al consumidor al vender aceite etiquetado bajo la variedad “extra” cuando su categoría real es simplemente “virgen”, lo que significa que se está comercializando un producto a un precio superior del que le corresponde, casi un euro más. La organización denunció el fraude a las autoridades de consumo de las comunidades autónomas el pasado octubre, pero pocas han respondido. “Únicamente Andalucía, País Vasco y Cataluña nos han dado acuse de recibo, y solo Cataluña ha iniciado una investigación”, revela la portavoz.

¿Cómo consiguen todos estos productos fraudulentos superar los controles de producción y etiquetado hasta llegar a las tiendas? ¿Dónde está el agujero? “Cuanto más larga sea la cadena de producción y distribución, más incumplimientos se registran. Es decir, cuantos más intermediarios intervengan, más posibilidades hay de desviaciones o de que los sistemas de control no funcionen correctamente en algún punto del proceso”, comenta Arnaiz.
Esto explica por qué, según Joaquín Fuentes-Pila, las principales irregularidades se detectan sobre todo en alimentos importados, especialmente de fuera de la UE. “La legislación comunitaria es exhaustiva y es difícil que se produzcan problemas graves con los controles que se realizan dentro de los Estados miembros. Pero cuando los alimentos proceden de otros países con regulaciones menos estrictas es más probable que se produzcan escapes en la cadena de vigilancia. Quizá sería conveniente reforzar los controles en las fronteras europeas”, opina.

Son las consecuencias de vivir en un mercado globalizado: lo que empieza como un pequeño fraude en un país puede acabar convirtiéndose en un problema sanitario de consecuencias mortales en otro punto del planeta. La mayoría de las veces este alargamiento de la cadena es culpable de ciertas crisis alimentarias, como afirman los expertos, pero en otras ocasiones es simplemente una excusa para echar rápidamente balones fuera, como ha ocurrido con la carne de caballo en Irlanda. “Hay que entender que, por razones culturales, tanto para los irlandeses como para los británicos, comer carne de caballo es casi un sacrilegio. De ahí que el ministro se precipitara buscando culpables. Afortunadamente, el asunto se ha aclarado rápidamente y no ha ocasionado consecuencias para la industria española”, comenta Fuentes-Pila.
No ocurrió así con la llamada crisis del pepino en la primavera de 2011, que dejó más de 50 muertos en Francia y Alemania a causa de una infección cuyo origen se atribuyó en principio a pepinos españoles y acabó siendo culpa de unos brotes de soja cultivados en Alemania. ¿Qué es mejor en estos casos: lanzar alertas preventivas que pueden causar grandes pérdidas económicas a quienes no tienen culpa, o esperar a confirmar el origen de la epidemia, con riesgo de que mientras tanto se extienda? “No hay una única receta para esto. Cada situación es distinta y lograr un equilibrio es difícil. A veces tienen que pagar justos por pecadores”, reconoce Fuentes-Pila.

viernes, 18 de enero de 2013

Solo un 54% de los españoles cumple con las recomendaciones de la pirámide alimenticia

El acceso a un abanico más amplio de alimentos no garantiza una dieta más equilibrada, como lo demuestra el hecho de que solo un 54% de los españoles cumpla con las recomendaciones clásicas de la pirámide alimenticia, lo que favorece un aumento progresivo de la obesidad. Lo ha asegurado así el catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo y presidente de la Fundación Española de Nutrición (FEN), Gregorio Varela, durante una jornada organizada por la Red Española de Ciudades Saludables de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) celebrada en el Ministerio de Sanidad, en la que ha reconocido que "se puede considerar un fracaso para los nutricionistas".
"La mayor disponibilidad no parece que ayude a una mejora de la dieta, ya que puede ser bueno si se elige bien, pero menos bueno cuando no se lleva una correcta selección de alimentos", según este catedrático, que ha criticado que actualmente haya cerca de 30.000 productos a nuestra disposición cuando "nuestras abuelas apenas manejaban unos 100 alimentos". Esto, según Varela, ha modificado "inconscientemente" nuestros hábitos alimenticios, como muestra el hecho de que en España haya disminuido el consumo de verduras y frutas (unos 320 y 300 gramos de media al día, respectivamente) y, en cambio, se registre un incremento considerable en el grupo de carnes y derivados (unos 180 gramos al día).

Además, estudios recientes han evidenciado un incremento del consumo de bebidas no alcohólicas y un descenso de alimentos básicos como los cereales o las legumbres. De hecho, un alimento básico como el pan, del que hace unos 50 años se consumían una media de 360 gramos diarios, ha reducido su consumo a casi un tercio (134 gramos diarios), mientras que el consumo de aceite, alimento clave en la dieta mediterránea, se ha reducido a la mitad.

"Necesitamos un SOS", según Varela, que lamenta que la Europa mediterránea contara con un modelo alimenticio "muy variado" gracias a la dieta mediterránea, del que ahora "nos hemos alejado pese a que otros nos copian". Todo ello, avanza Varela, se refleja en un "alarmante" aumento de sobrepeso y obesidad también en población infantil. De hecho, los datos del estudio Thao publicados hace un año revelaron que hasta el 23,5% de los niños de tres a cinco años tiene sobrepeso y obesidad, y un 7,3% puede considerarse obeso.

Ante estos datos, la secretaria general de Sanidad, Pilar Farjas, ha animado a los ayuntamientos y el resto de corporaciones locales a que apuesten por "urbanismos saludables" e informen a sus ciudadanos de las ventajas de practicar ejercicio físico y llevar una alimentación saludable. "Lo que elegimos para comer, el momento y cómo lo elegimos supone un estímulo hacia una alimentación más equilibrada", ha asegurado la número dos del departamento que dirige Ana Mato.